Por el analista político Lic. Diego Ramos.


-Mentime que me gusta- cuántas veces hemos expresado esta frase, ya sea de modo consciente o inconsciente, lo cierto es que recurrimos a ella sabiendo que en un punto la mentira está presente, tal vez por esa intensa necesidad de satisfacer siempre nuestros deseos. Hablando de deseos ¿cómo construyen las personas sus relaciones?, al menos en ese primer momento en el que una/o entabla el comienzo de una relación lo hace a partir del deseo, pero no cualquier deseo, sino del deseo de dominar, convirtiendo esa relación en una batalla a muerte, pues ambos desean lo mismo, hasta que uno de los dos termina cediendo.

Ese deseo al que uno aspira – que el otro desee ser dominado- es vital y se constituye como argumento necesario para los planes de los grandes manipuladores, solo es cuestión de entender y dejar en manos del “salvador” las soluciones de la vida individual y social.


Vamos al grano y sin rodeos: el populismo, sea de izquierda o de derecha entienden perfectamente este juego, al punto tal que siempre la democracia (que no es patrimonio de ningún sector, y siempre está en la posibilidad de ser reinventada y perfeccionada) siente la amenaza constante de la autocracia, es decir de las intenciones de gobernar sin ningún tipo de limitación basado en un fuerte liderazgo, experiencias a la que hay que mirar con mucha atención para detectar dónde están y dónde no los resortes de la democracia.

No es casualidad que, con más o menos criterios, se haya tildado al populismo de izquierda tener prácticas fascistas. Ahora bien, imaginemos esos dos únicos escenarios ¿cómo favorece o no un populismo de izquierda y otro derecha al pueblo? ¿A dónde ponen más la balanza de sus intereses? Seguramente será, para más adelante, análisis de debate. Queda claro que se intenta incluir al “populista de derecha” a lo mucho que se dijo del populismo de izquierda ¿diferencias? ¿Superación?, tarea para la casa.


Argentina experimenta lo que se está viviendo en gran parte del mundo. Hablamos de los autócratas del presente que manifiestan ciertos rasgos esenciales que vimos en el pasado ¿de qué estamos hablando? de la conexión del fascismo de entreguerras con el populismo contemporáneo a través de un mismo hilo conductor: la figura del líder como la única representación ideal de los deseos soberanos. Ese líder sabe mejor que el pueblo lo que el pueblo desea… y desea que ese pueblo desee descansar en un líder. La gente común alberga indefinidos deseos y convicciones generalizadas poco claras. Si combinamos el terreno de la emopolítica de la bronca, el hartazgo, la ira y la desesperanza con el surgimiento de alguna figura mesiánica capaz de capitalizar esas emociones y sintetizarlas desde la “claridad” de la mentira, logrará el objetivo de liderar.

La lógica teológica fascista no estaba ausente en sus orígenes, no es nada casual que millones de norteamericanos creyeron que la elección del presidente Trump representaba una segunda oportunidad que Dios les daba, para que “América vuelva a ser grande”, para que “Argentina vuelva a ser grande”, tal como expresó el nuevo presidente electo.


La legitimidad política del fascismo proviene justamente del inconsciente de su pueblo, ese lugar dónde se albergan los deseos, fantasías, recuerdos reprimidos, pensamientos dolorosos y negativos, situación perfecta para crear por fuera de ese inconsciente un alguien superior, estéticamente mejor, cuasi un Salvador que con connotaciones de divinidad viene a satisfacer o a resolver lo que se acuna en el interior de cada persona y que ha decidido colectivamente ceder ante alguien que lo hará por nosotros- Mentime que me gusta.

No siendo el único a lo largo de este tiempo democrático, Javier Milei en su faceta posfascista se presentó en toda su campaña electoral como un profeta de la antigüedad, denunciado los males y anunciando que vendría algo mágicamente bueno, no había por qué explicar el cómo, es decir que se basó en discutir verdades y no derechos, deseos inconscientes y no política ¿y el liberalismo que traía? Un mito, era parte de la mentira, el mismo mito que condena a Milei por la realidad actual sin haber asumido.


Ya el fascista italiano Michele Bianchi alegaba que bajo el líder, el Estado no era solo una realidad política sino también una realidad ideal y ética. Para muchos analistas internacionales, el trumpismo forma parte claramente de la larga historia de la fabricación de una verdad alternativa. El uso del recurso de la mentira que distorsiona toda lógica es la metodología a imponer, por ejemplo en la campaña presidencial del Perú, Fujimori llegó a expresar querer una democratura y al mismo tiempo afirmar que lo que decía no era autoritario.


Paulo Freire advertía en no caer en el simplismo, pero si ser simples. El primero siempre de un modo poco prolijo, generalizado, chapucero, lo que interesa es que la realidad quede disuelta y la mentira instalada, ¿puede ser esto posible? estamos frente a una sociedad que evidentemente y lamentablemente necesita que le den una explicación simplista, donde englobe todo de manera mágica e irracional -no interesa- Mentime que me gusta- lo único que vale es que la palabra esté relacionada con la palabra de un líder a obedecer, esta necesidad de no pensar, facilita la estrategias de estos tipo de liderazgos en inventar enemigos por doquier, fantasean situaciones que incluso muchas veces no existen en la realidad ¿acaso Bolsonaro en Brasil, como también Fujimori en Perú no hablaban del gran enemigo de la ideología de género, cuando los problemas cruciales y reales pasaban por otro lado? ¿O acaso no hemos escuchado también a Milei hablar del comunismo a la vuelta de la esquina? la distracción es fantástica.


Cuando le pregunta a Joe Baiden porqué cree que su antecesor miente tanto, Baiden responde que “Trump miente como Goebbels” (ministro de propaganda nazi) Emerge una ola de nuevos líderes paulistas de derecha en todo el mundo que, al igual que los lideres fascistas del pasado, derivan gran parte de su poder político en cuestionar la realidad, respaldar mitos, promover ira, paranoia y difundir mentiras.

Así se presentan en campañas electorales queriendo conducir al Estado, sin planear, sin estrategias y estudio preliminar de lo que quieren hacer. Milei tuvo que recurrir al equipo económico y político de Mauricio Macri, la tercera fuerza en las elecciones generales para presidente, fuerza que hoy se dirime entre ser oposición u oficialismo. La casta no fue eliminada sino incluida –Mentime que me gusta-.


La pos política, esa posibilidad de una construcción más allá de izquierda y de derecha por parte de la dirigencia política está parcialmente postergada y totalmente provocada por los 40 años de democracia ininterrumpida que exige superar la crisis de deslegitimación de las instituciones y la crisis de los contratos sociales, solo así se podrá encarar la reconstrucción de una historia común en la que podamos sentir y saber que somos como nación y como pueblo en democracia.

Por MDC INFO

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